http://www.suite101.net/content/los-cenotes-formaciones-geologicas-o-puertas-al-inframundo-a40443
sábado, 26 de febrero de 2011
Bola de nieve con charcos
Según las últimas pruebas durante el periodo Criogénico hubo, al menos durante un tiempo, aguas abiertas en algunos lugares de los océanos terrestres.
Las glaciaciones del cuaternario de hace unos pocos miles de años son viejas conocidas de la cultura popular, pero estas glaciaciones son meras anécdotas comparadas con otros fenómenos glaciares mucho más intensos que acontecieron hace mucho tiempo. Se acuñó el término “bola de nieve” para describir el aspecto de nuestro planeta hace 700 millones de años. Según este modelo, la Tierra estaría cubierta por entero de hielo y nieve desde el polo al ecuador.
El final de esta época dio lugar a la aparición de los primeros animales complejos y a la explosión del Cámbrico. Algunas teorías que explican esta radiación de vida ya las hemos visto en NeoFronteras. Fundamentalmente se cree que una mayor abundancia de oxígeno permitió animales anatómicamente más complejos, su movilidad y la aparición de la depredación.
Desde que se propuso hace dos décadas se ha discutido sobre el alcance real de esta superglaciación. En concreto se ha discutido si había o regiones que no estaban cubiertas por el hielo. Una bola de hielo perfecta hubiera puesto en aprietos a la vida de este planeta, incluso si hubiera agua líquida bajo ese hielo.
Ahora un nuevo estudio sobre rocas de la época aporta pruebas de que parte de los océanos terrestres permanecieron sin congelar durante ese evento, al menos en algún momento.
En algunos de los escenarios que se habían planteado los océanos estaban completamente cubiertos de hielo, bloqueando así la liberación de oxígeno producido por el fitoplancton a la atmósfera. Esto habría afectado, por tanto, al curso de la evolución. Aunque los modelos climáticos apuntaban a que incluso bajo muy baja temperatura algunas partes del océano permanecerían sin hielos, el registro geológico no parecía corroborarlo. Sólo se encontraban rocas de la época lamidas por los hielos pero también signos de flujo de hielo, algo que sugería que quizás la glaciación no fue tan severa.
Daniel Le Heron, de la universidad de Londres, y sus colaboradores han encontrado pruebas sólidas en rocas australianas de que durante el Criogénico hubo aguas abiertas en los océanos terrestres. El criogénico duró 220 millones de años y estas rocas datan de hace 700 millones de años, justo de mitad de ese periodo.
Esas rocas se formaron a partir de sedimentos marinos y presentan estructuras en forma de capas de distintos colores características de las minidunas de arena en miniatura que se forman por el oleaje. Las capas indican que las corrientes de agua que las formaron alternaron repetidamente su dirección. Estas oscilaciones son producidas por las olas generadas durante las tormentas a profundidades someras de unos 200 metros. Esto es un claro signo de que los mares de la región estaban abiertos y no cubiertos por el hielo.
Estas estructuras generadas por las olas son las primeras del Criogénico que se identifican como tales, lo que sugiere que los geólogos deberían buscar rocas similares en otras localizaciones y así determinar la extensión de las regiones libre de hielo durante este periodo.
De todos modos, este resultado no significa que siempre hubiera partes de los océanos libres de hielos durante todo el Criogénico, ya que 220 millones de años dan para mucho.
Justo encima de esta roca hay otras capas en donde las estructuras creadas por las olas están ausentes. Esto sería un signo de que el océano abierto se congeló a partir de entonces en ese lugar. Pero por encima de esas capas, que ponen de manifiesto la existencia de mares calmos y helados, hay otra capa de sedimentos de grano fino que contiene grava, gravilla y piedras, algunas de las cuales con un tamaño similar al de una pelota de softball. Estas rocas “fuera de lugar” cayeron al fondo del mar gracias al avance de un antiguo glaciar que se estaba fundiendo.
Según los investigadores, esta crónica de piedras que caían se repitió según se daban los episodios de avance y retroceso de glaciares, cuando la Tierra se estaba calentando cerca del fin del Criogénico, y que por tanto está claro que el periodo de reinado de aguas abiertas cae dentro del Criogénico.
Después del Criogénico vendría el Ediacarense o Ediacárico, último periodo de la era Neoproterozoica, pero esa es otra historia.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3365
Eurix Janeth Gómez Vera
CI18392113
CRF
Estas estructuras (las bandas blancas y grises) de rocas procedentes de sedimentos marinos de la época son el resultado de las olas provocadas por tormenta, un signo de la existencia de aguas abiertas. Fuente: D. Le Heron et al., Geology.
Las glaciaciones del cuaternario de hace unos pocos miles de años son viejas conocidas de la cultura popular, pero estas glaciaciones son meras anécdotas comparadas con otros fenómenos glaciares mucho más intensos que acontecieron hace mucho tiempo. Se acuñó el término “bola de nieve” para describir el aspecto de nuestro planeta hace 700 millones de años. Según este modelo, la Tierra estaría cubierta por entero de hielo y nieve desde el polo al ecuador.
El final de esta época dio lugar a la aparición de los primeros animales complejos y a la explosión del Cámbrico. Algunas teorías que explican esta radiación de vida ya las hemos visto en NeoFronteras. Fundamentalmente se cree que una mayor abundancia de oxígeno permitió animales anatómicamente más complejos, su movilidad y la aparición de la depredación.
Desde que se propuso hace dos décadas se ha discutido sobre el alcance real de esta superglaciación. En concreto se ha discutido si había o regiones que no estaban cubiertas por el hielo. Una bola de hielo perfecta hubiera puesto en aprietos a la vida de este planeta, incluso si hubiera agua líquida bajo ese hielo.
Ahora un nuevo estudio sobre rocas de la época aporta pruebas de que parte de los océanos terrestres permanecieron sin congelar durante ese evento, al menos en algún momento.
En algunos de los escenarios que se habían planteado los océanos estaban completamente cubiertos de hielo, bloqueando así la liberación de oxígeno producido por el fitoplancton a la atmósfera. Esto habría afectado, por tanto, al curso de la evolución. Aunque los modelos climáticos apuntaban a que incluso bajo muy baja temperatura algunas partes del océano permanecerían sin hielos, el registro geológico no parecía corroborarlo. Sólo se encontraban rocas de la época lamidas por los hielos pero también signos de flujo de hielo, algo que sugería que quizás la glaciación no fue tan severa.
Daniel Le Heron, de la universidad de Londres, y sus colaboradores han encontrado pruebas sólidas en rocas australianas de que durante el Criogénico hubo aguas abiertas en los océanos terrestres. El criogénico duró 220 millones de años y estas rocas datan de hace 700 millones de años, justo de mitad de ese periodo.
Esas rocas se formaron a partir de sedimentos marinos y presentan estructuras en forma de capas de distintos colores características de las minidunas de arena en miniatura que se forman por el oleaje. Las capas indican que las corrientes de agua que las formaron alternaron repetidamente su dirección. Estas oscilaciones son producidas por las olas generadas durante las tormentas a profundidades someras de unos 200 metros. Esto es un claro signo de que los mares de la región estaban abiertos y no cubiertos por el hielo.
Estas estructuras generadas por las olas son las primeras del Criogénico que se identifican como tales, lo que sugiere que los geólogos deberían buscar rocas similares en otras localizaciones y así determinar la extensión de las regiones libre de hielo durante este periodo.
De todos modos, este resultado no significa que siempre hubiera partes de los océanos libres de hielos durante todo el Criogénico, ya que 220 millones de años dan para mucho.
Justo encima de esta roca hay otras capas en donde las estructuras creadas por las olas están ausentes. Esto sería un signo de que el océano abierto se congeló a partir de entonces en ese lugar. Pero por encima de esas capas, que ponen de manifiesto la existencia de mares calmos y helados, hay otra capa de sedimentos de grano fino que contiene grava, gravilla y piedras, algunas de las cuales con un tamaño similar al de una pelota de softball. Estas rocas “fuera de lugar” cayeron al fondo del mar gracias al avance de un antiguo glaciar que se estaba fundiendo.
Según los investigadores, esta crónica de piedras que caían se repitió según se daban los episodios de avance y retroceso de glaciares, cuando la Tierra se estaba calentando cerca del fin del Criogénico, y que por tanto está claro que el periodo de reinado de aguas abiertas cae dentro del Criogénico.
Después del Criogénico vendría el Ediacarense o Ediacárico, último periodo de la era Neoproterozoica, pero esa es otra historia.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3365
Eurix Janeth Gómez Vera
CI18392113
CRF
Crisis de oxigeno y extinciones
Una bajada en los niveles de oxígeno podría ser la causa de algunas extinciones acaecidas durante el Cámbrico.
La visión convencional de la historia de la Tierra que tenemos es que los océanos empezaron a ser ricos en oxígeno y comparables a los niveles actuales en el Ediacarense tardío, hace unos 600 millones de años, después de haber sido deficitaria en ese gas durante miles de millones de años. Se supone que esta mayor presencia de oxígeno posibilitó la explosión del Cámbrico. Pero ahora un grupo de expertos ha encontrado pruebas de que el océano volvió a ser anóxico (pobre en oxígeno) hace unos 499 millones de años, después de que aparecieran animales complejos en el planeta, y que permaneció así durante 2 ó 4 millones de años. Estos investigadores sugieren que estas condiciones anóxicas fueron algo común durante un periodo de tiempo mayor.
Estas fluctuaciones en los niveles de oxígeno de los océanos es, según estos investigadores, la explicación más probable del vuelco evolutivo que se dio entre hace 540 y 488 millones de años según el registro fósil. La vida, que había florecido al principio antes de ese periodo, sufrió una crisis hacía el final del mismo.
Hacia el año -499.000.000 grandes regiones de los océanos se volvieron pobres en oxígeno y además contenían sulfuro de hidrógeno. Algo que coincide con una extinción en masa que afectó a los trilobites.
Estas fluctuaciones jugarían un papel importante, quizás dominante, a la hora de configurar la evolución animal del planeta mediante la extinción, allanando así el camino para que aparecieran nuevas formas de organismos.
Comprender cómo los cambios ambientales modificaron el curso de la historia de la Tierra puede dar pistas a los científicos sobre cómo evolucionó y floreció la vida durante los estadios tempranos y críticos de la evolución animal.
Benjamin Gill explica que la vida y el ambiente en donde ésta se da están íntimamente relacionados y que cuando las condiciones de oxigenación cambiaron algunos organismos no fueron capaces de adaptarse. El oxígeno oceánico afecta a los ciclos de otros elementos biológicamente importantes como el hierro, el fósforo o el nitrógeno. Interrumpir estos ciclos es una manera de provocar una crisis biológica. Por tanto, según este investigador, el pasar a un estado más pobre en este gas puedo provocar una extinción masiva.
Estos investigadores están trabajando ahora para encontrar las causas por las que el mar se hizo más pobre en oxígeno hace 499 millones de años. Los eventos de extinción del Cámbrico tuvieron un efecto muy importante sobre la evolución. La vida en el Cámbrico no era muy estable y en periodos cortos de tiempo comunidades muy diversas terminaron extinguiéndose.
Hasta ahora han encontrado sólo pruebas de que se produjo una bajada en el nivel de oxígeno pero no saben por qué ocurrió. Este estado persistió durante 2 ó 4 millones de años, hasta que el enterramiento de materia orgánica produjo una mayor acumulación de oxígeno en la atmósfera y por tanto en el mar. Materia orgánica que se había acumulado, paradójicamente, gracias a la fotosíntesis. Esos sedimentos dieron lugar a las rocas que ahora pueden ser analizadas.
Este enterramiento de materia orgánica se da en la actualidad en aguas pobres en oxígeno, como las del Mar Negro.
Los investigadores concluyen que una falta de oxígeno y la presencia de sulfuro de hidrógeno mataron a muchos animales del Cámbrico. Se cree que eventos similares fueron la causa de la extinción masiva del Pérmico hace 251 millones de años.
Según Gill la comprensión de este tipo de eventos del pasado distante de la Tierra nos puede ayudar a perfilar nuestra visión de los cambios climáticos que están sucediendo en el presente.
“En la actualidad algunas regiones de los océanos se están convirtiendo en pobres en oxígeno, la bahía de Chesapeake o la denominada ‘zona muerta’ del golfo de México son sólo dos ejemplos”, dice, “Sabemos que la Tierra pasó por escenarios similares en el pasado. Comprenden estas causas antiguas y sus consecuencias puede proporcionar pistas esenciales de lo que el futuro tiene preparado para nuestros océanos”.
En este estudio los investigadores analizaron los contenidos isotópicos en carbono, azufre y molibdeno de rocas pizarrosas y calcáreas de la época recolectadas en diversas localizaciones de EEUU, Suecia y Australia. Estos análisis combinados les permitieron inferir la cantidad de oxígeno presente en los océanos en el tiempo en el que se formaron los sedimentos que dieron lugar más tarde a esas rocas.
Hubo varios eventos de extinción rápida en la segunda mitad del Cámbrico. Estos investigadores no saben sus causa, pero una caída del oxígeno podría ser una posibilidad.
Lo paradójico es que si no hubiese sido por esos desastres del pasado, sobre todo los del pasado remoto que más efecto “mariposa” pueden tener, nosotros no estaríamos aquí. Quizás habría otros seres pensantes, pero no nosotros, el autoproclamado Homo sapiens.
Somos el producto de todo lo que ha pasado a lo largo de la historia evolutiva de este planeta. De todo lo “malo” y todo lo “bueno”, de cada extinción masiva, de cada glaciación, de cada bola de nieve, de cada mutación afortunada provocada por un rayo cósmico, de cada evento de depredación o de cada hecho afortunado en la descendencia. Una historia irrepetible y contingente en la que en ningún momento se cortó la línea ininterrumpida que nos une a la primera célula eucariota. Visto bajo esta perspectiva somos un milagro de improbabilidad. Nosotros o cualquier otra especie que hubiera surgido en una historia biológica alternativa de haberse producido un cambio en el pasado, por minúsculo que éste fuese.
Somos la primera especie en ser conscientes de todo lo que nos ha precedido y también la primera con capacidad para predecir lo que sucederá debido a nuestras propias acciones.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3364
Eurix Janeth Gómez Vera
CI18392113Benjamin Gill junto a una sección estratigráfica. Fuente: Steve Bates.
La visión convencional de la historia de la Tierra que tenemos es que los océanos empezaron a ser ricos en oxígeno y comparables a los niveles actuales en el Ediacarense tardío, hace unos 600 millones de años, después de haber sido deficitaria en ese gas durante miles de millones de años. Se supone que esta mayor presencia de oxígeno posibilitó la explosión del Cámbrico. Pero ahora un grupo de expertos ha encontrado pruebas de que el océano volvió a ser anóxico (pobre en oxígeno) hace unos 499 millones de años, después de que aparecieran animales complejos en el planeta, y que permaneció así durante 2 ó 4 millones de años. Estos investigadores sugieren que estas condiciones anóxicas fueron algo común durante un periodo de tiempo mayor.
Estas fluctuaciones en los niveles de oxígeno de los océanos es, según estos investigadores, la explicación más probable del vuelco evolutivo que se dio entre hace 540 y 488 millones de años según el registro fósil. La vida, que había florecido al principio antes de ese periodo, sufrió una crisis hacía el final del mismo.
Hacia el año -499.000.000 grandes regiones de los océanos se volvieron pobres en oxígeno y además contenían sulfuro de hidrógeno. Algo que coincide con una extinción en masa que afectó a los trilobites.
Estas fluctuaciones jugarían un papel importante, quizás dominante, a la hora de configurar la evolución animal del planeta mediante la extinción, allanando así el camino para que aparecieran nuevas formas de organismos.
Comprender cómo los cambios ambientales modificaron el curso de la historia de la Tierra puede dar pistas a los científicos sobre cómo evolucionó y floreció la vida durante los estadios tempranos y críticos de la evolución animal.
Benjamin Gill explica que la vida y el ambiente en donde ésta se da están íntimamente relacionados y que cuando las condiciones de oxigenación cambiaron algunos organismos no fueron capaces de adaptarse. El oxígeno oceánico afecta a los ciclos de otros elementos biológicamente importantes como el hierro, el fósforo o el nitrógeno. Interrumpir estos ciclos es una manera de provocar una crisis biológica. Por tanto, según este investigador, el pasar a un estado más pobre en este gas puedo provocar una extinción masiva.
Estos investigadores están trabajando ahora para encontrar las causas por las que el mar se hizo más pobre en oxígeno hace 499 millones de años. Los eventos de extinción del Cámbrico tuvieron un efecto muy importante sobre la evolución. La vida en el Cámbrico no era muy estable y en periodos cortos de tiempo comunidades muy diversas terminaron extinguiéndose.
Hasta ahora han encontrado sólo pruebas de que se produjo una bajada en el nivel de oxígeno pero no saben por qué ocurrió. Este estado persistió durante 2 ó 4 millones de años, hasta que el enterramiento de materia orgánica produjo una mayor acumulación de oxígeno en la atmósfera y por tanto en el mar. Materia orgánica que se había acumulado, paradójicamente, gracias a la fotosíntesis. Esos sedimentos dieron lugar a las rocas que ahora pueden ser analizadas.
Este enterramiento de materia orgánica se da en la actualidad en aguas pobres en oxígeno, como las del Mar Negro.
Los investigadores concluyen que una falta de oxígeno y la presencia de sulfuro de hidrógeno mataron a muchos animales del Cámbrico. Se cree que eventos similares fueron la causa de la extinción masiva del Pérmico hace 251 millones de años.
Según Gill la comprensión de este tipo de eventos del pasado distante de la Tierra nos puede ayudar a perfilar nuestra visión de los cambios climáticos que están sucediendo en el presente.
“En la actualidad algunas regiones de los océanos se están convirtiendo en pobres en oxígeno, la bahía de Chesapeake o la denominada ‘zona muerta’ del golfo de México son sólo dos ejemplos”, dice, “Sabemos que la Tierra pasó por escenarios similares en el pasado. Comprenden estas causas antiguas y sus consecuencias puede proporcionar pistas esenciales de lo que el futuro tiene preparado para nuestros océanos”.
En este estudio los investigadores analizaron los contenidos isotópicos en carbono, azufre y molibdeno de rocas pizarrosas y calcáreas de la época recolectadas en diversas localizaciones de EEUU, Suecia y Australia. Estos análisis combinados les permitieron inferir la cantidad de oxígeno presente en los océanos en el tiempo en el que se formaron los sedimentos que dieron lugar más tarde a esas rocas.
Hubo varios eventos de extinción rápida en la segunda mitad del Cámbrico. Estos investigadores no saben sus causa, pero una caída del oxígeno podría ser una posibilidad.
Lo paradójico es que si no hubiese sido por esos desastres del pasado, sobre todo los del pasado remoto que más efecto “mariposa” pueden tener, nosotros no estaríamos aquí. Quizás habría otros seres pensantes, pero no nosotros, el autoproclamado Homo sapiens.
Somos el producto de todo lo que ha pasado a lo largo de la historia evolutiva de este planeta. De todo lo “malo” y todo lo “bueno”, de cada extinción masiva, de cada glaciación, de cada bola de nieve, de cada mutación afortunada provocada por un rayo cósmico, de cada evento de depredación o de cada hecho afortunado en la descendencia. Una historia irrepetible y contingente en la que en ningún momento se cortó la línea ininterrumpida que nos une a la primera célula eucariota. Visto bajo esta perspectiva somos un milagro de improbabilidad. Nosotros o cualquier otra especie que hubiera surgido en una historia biológica alternativa de haberse producido un cambio en el pasado, por minúsculo que éste fuese.
Somos la primera especie en ser conscientes de todo lo que nos ha precedido y también la primera con capacidad para predecir lo que sucederá debido a nuestras propias acciones.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3364
Eurix Janeth Gómez Vera
CRF
El origen de los oceános
Proponen que el agua de los oceanos se condensó al poco de formarse la Tierra, con lo se explicaría la pronta aparición de la vida en la Tierra.
Hay una característica que diferencia a nuestro planeta de cualquier otro planeta conocido: la Tierra tiene océanos de agua líquida. Es un mundo maravilloso debido a esta característica, está poblado de vida que está basada en este precioso líquido. Pero, ¿de dónde procede toda esta agua?
El sistema solar interior fue un lugar poco hospitalario al comienzo de nuestro sistema solar, además nuestro planeta debía estar también muy caliente en esa época, por esta razón se creía que todo el agua que había en esa época, en lo que sería nuestro planeta, habría desaparecido. Se propuso que vino un tiempo después a bordo de cometas durante una época de bombardeo intenso, hace 3900 millones de años.
Los análisis isotópicos del vapor de agua de los cometas reveló que, contrariamente a lo se creía, nuestro agua no parecía proceder de los cometas. Si los cometas nos surtieron del preciado líquido su cantidad la cantidad aportada no tuvo que ser muy elevada.
Un estudio reciente propone que casi todo el agua que disfrutamos en la actualidad estaba aquí ya desde un principio, con lo que se proporciona mayor margen temporal para la aparición de vida en la Tierra, tal y como otros estudios isotópicos han revelado recientemente y que apuntan a una aparición muy temprana de la vida. Parece, por tanto, que todas las piezas empiezan a encajar entre sí.
Linda Elkins-Tanton del MIT ha realizado un estudio de las propiedades químicas y físicas de los meteoritos y los ha usado como análogos de cómo sería nuestro planeta al comienzo de los tiempos. Luego ha utilizado esos datos obtenidos para alimentar un modelo computacional. El modelo predice que existía un alto porcentaje de agua en las rocas fundidas que formaban nuestro planeta, agua que enriqueció fuertemente la atmósfera de la época con vapor. El vapor se condensó en océanos en un proceso que duró decenas de millones de años, por lo que la Tierra ya contaría con océanos hace 4400 millones de años. Incluso el manto terrestre con una humedad menor que la arena del desierto del Sáhara podría producir océanos de cientos de metros de profundidad.
Desde hace tiempo los astrobiólogos se vienen sorprendiendo de lo rápido que apareció la vida en la Tierra, en sólo unos 600 millones de años después de su formación. Este resultado ayudaría a explicar ese hecho.
Si este resultado se confirma podremos por fin decir de dónde procede el agua que bebemos, en la que nos bañamos, el agua que constituye el 70% de nuestros cuerpos. El agua sobre la que navegaron los barcos fenicios cargados con ánforas llenas de aceite de oliva recogido en las colinas de Delfos. Estaba ya aquí desde el origen de los tiempos y permitió la aparición de la vida al poco de formarse la Tierra, cuando ésta todavía no se había enfriado del todo.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3325
Eurix Janeth Gómez Vera
CI 18392113
CRF
Hay una característica que diferencia a nuestro planeta de cualquier otro planeta conocido: la Tierra tiene océanos de agua líquida. Es un mundo maravilloso debido a esta característica, está poblado de vida que está basada en este precioso líquido. Pero, ¿de dónde procede toda esta agua?
El sistema solar interior fue un lugar poco hospitalario al comienzo de nuestro sistema solar, además nuestro planeta debía estar también muy caliente en esa época, por esta razón se creía que todo el agua que había en esa época, en lo que sería nuestro planeta, habría desaparecido. Se propuso que vino un tiempo después a bordo de cometas durante una época de bombardeo intenso, hace 3900 millones de años.
Los análisis isotópicos del vapor de agua de los cometas reveló que, contrariamente a lo se creía, nuestro agua no parecía proceder de los cometas. Si los cometas nos surtieron del preciado líquido su cantidad la cantidad aportada no tuvo que ser muy elevada.
Un estudio reciente propone que casi todo el agua que disfrutamos en la actualidad estaba aquí ya desde un principio, con lo que se proporciona mayor margen temporal para la aparición de vida en la Tierra, tal y como otros estudios isotópicos han revelado recientemente y que apuntan a una aparición muy temprana de la vida. Parece, por tanto, que todas las piezas empiezan a encajar entre sí.
Linda Elkins-Tanton del MIT ha realizado un estudio de las propiedades químicas y físicas de los meteoritos y los ha usado como análogos de cómo sería nuestro planeta al comienzo de los tiempos. Luego ha utilizado esos datos obtenidos para alimentar un modelo computacional. El modelo predice que existía un alto porcentaje de agua en las rocas fundidas que formaban nuestro planeta, agua que enriqueció fuertemente la atmósfera de la época con vapor. El vapor se condensó en océanos en un proceso que duró decenas de millones de años, por lo que la Tierra ya contaría con océanos hace 4400 millones de años. Incluso el manto terrestre con una humedad menor que la arena del desierto del Sáhara podría producir océanos de cientos de metros de profundidad.
Desde hace tiempo los astrobiólogos se vienen sorprendiendo de lo rápido que apareció la vida en la Tierra, en sólo unos 600 millones de años después de su formación. Este resultado ayudaría a explicar ese hecho.
Si este resultado se confirma podremos por fin decir de dónde procede el agua que bebemos, en la que nos bañamos, el agua que constituye el 70% de nuestros cuerpos. El agua sobre la que navegaron los barcos fenicios cargados con ánforas llenas de aceite de oliva recogido en las colinas de Delfos. Estaba ya aquí desde el origen de los tiempos y permitió la aparición de la vida al poco de formarse la Tierra, cuando ésta todavía no se había enfriado del todo.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3325
Eurix Janeth Gómez Vera
CI 18392113
CRF
miércoles, 23 de febrero de 2011
Sobre la extinción del Pérmico
Hallan pruebas sobre la presencia de cenizas de carbón durante la extinción del Pérmico que serían producidas por erupciones volcánicas masivas.
Si en algún momento la vida compleja en la Tierra pasó por un momento de extrema dificultad fue, sin duda, durante la gran extinción masiva del Pérmico, hace 251 millones de años. En ese evento desaparecieron el 95% de las especies marinas y el 70% de las terrestres, marcando así el límite entre dos eras, la Paleozoica y la Mesozoica.
Se han creado numerosas teorías que tratan de explicar las causas de esta extinción desde que se descubrió su existencia. La última de estas explicaciones proviene de investigadores de la Universidad de Calgary dirigidos por Steve Grasby. Han encontrado pruebas físicas que apoyan la idea de que fueron las erupciones volcánicas la causa de esta extinción. Estas erupciones habrían quemado grandes cantidades de carbón y producido nubes de ceniza que habrían tenido un gran impacto sobre los océanos.
Grasby y sus colaboradores descubrieron capas de ceniza de carbón en rocas situadas en el ártico canadiense que se corresponden con estratos de dicha extinción.
Previamente se había propuesto que hubo unas erupciones volcánicas masivas que se dieron en lo que es ahora Siberia, y que éstas podrían haber quemado el lecho carbonoso de la región y haber producido un fuerte efecto invernadero. Pero no se habían encontrado muchas pruebas sobre este punto.
El hallazgo de estos investigadores proporciona pruebas directas de esas erupciones masivas, probablemente las erupciones más grandes que el mundo nunca haya visto.
En el momento en el que se produjo esa extinción la Tierra contenía una gran masa continental única, un único supercontinente conocido como Pangea. Los ecosistemas iban desde los ambientes desérticos hasta los bosques y selvas frondosas. Los vertebrados terrestres de cuatro miembros empezaban a diversificarse. Entre ellos había anfibios primitivos, los primeros reptiles y los sinápsidos, un grupo éste último que daría más darse lugar a los mamíferos.
La localización de la zona en donde se dieron esas erupciones corresponde en la actualidad a una región de Siberia centrada alrededor de la ciudad de Tura. Cubre un área de 2 millones de kilómetros cuadrados, es decir, tan grande como Europa Occidental. Las nubes de ceniza viajaron entonces por la atmósfera hasta llegar a lo que es la actual región del lago Buchanan, en el ártico canadiense.
Se trataría de la primera prueba que confirma directamente la presencia de desde tipo de ceniza durante la extinción del Pérmico.
La ceniza era altamente tóxica y fue diseminada tanto en tierra firme como en el mar, envenenándolo todo allá donde caía y, probablemente, contribuyó a que esta extinción fuera la peor de las cinco extinciones masivas conocidas.
Lo ideal sería encontrar este mismo tipo de ceniza en estratos de la misma época en otras locaciones a lo largo del globo. De este modo se podría determinar el alcance del fenómeno.
Aunque esta combinación de fenómenos puede explicar la extinción del Pérmico, todavía quedaría por explicar por qué los corales sí que padecieron en masa esta extinción mientras que otros grupos, como las anémonas, parece que ni se inmutaron. Este tipo de excepciones se dan en todas las extinciones masivas y siguen sin estar explicadas en su mayor parte.
El caso es que después de la extinción no hubo más gorgonópsidos ni dicinodontos. La evolución tomó otro rumbo, vinieron los dinosaurios, más tarde desaparecieron y luego reinaron los mamíferos y el ser humano. Sin esa extinción del Pérmico nosotros no estaríamos aquí, aunque quizás sí algún ser inteligente evolucionado a partir de los gorgonópsidos.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3386
Eurix Janeth Gómez Vera
CI 18392113
CRF
El mundo en esa época. Fuente: R. Scotese.
Si en algún momento la vida compleja en la Tierra pasó por un momento de extrema dificultad fue, sin duda, durante la gran extinción masiva del Pérmico, hace 251 millones de años. En ese evento desaparecieron el 95% de las especies marinas y el 70% de las terrestres, marcando así el límite entre dos eras, la Paleozoica y la Mesozoica.
Se han creado numerosas teorías que tratan de explicar las causas de esta extinción desde que se descubrió su existencia. La última de estas explicaciones proviene de investigadores de la Universidad de Calgary dirigidos por Steve Grasby. Han encontrado pruebas físicas que apoyan la idea de que fueron las erupciones volcánicas la causa de esta extinción. Estas erupciones habrían quemado grandes cantidades de carbón y producido nubes de ceniza que habrían tenido un gran impacto sobre los océanos.
Grasby y sus colaboradores descubrieron capas de ceniza de carbón en rocas situadas en el ártico canadiense que se corresponden con estratos de dicha extinción.
Previamente se había propuesto que hubo unas erupciones volcánicas masivas que se dieron en lo que es ahora Siberia, y que éstas podrían haber quemado el lecho carbonoso de la región y haber producido un fuerte efecto invernadero. Pero no se habían encontrado muchas pruebas sobre este punto.
El hallazgo de estos investigadores proporciona pruebas directas de esas erupciones masivas, probablemente las erupciones más grandes que el mundo nunca haya visto.
En el momento en el que se produjo esa extinción la Tierra contenía una gran masa continental única, un único supercontinente conocido como Pangea. Los ecosistemas iban desde los ambientes desérticos hasta los bosques y selvas frondosas. Los vertebrados terrestres de cuatro miembros empezaban a diversificarse. Entre ellos había anfibios primitivos, los primeros reptiles y los sinápsidos, un grupo éste último que daría más darse lugar a los mamíferos.
La localización de la zona en donde se dieron esas erupciones corresponde en la actualidad a una región de Siberia centrada alrededor de la ciudad de Tura. Cubre un área de 2 millones de kilómetros cuadrados, es decir, tan grande como Europa Occidental. Las nubes de ceniza viajaron entonces por la atmósfera hasta llegar a lo que es la actual región del lago Buchanan, en el ártico canadiense.
Lago Buchanan. Fuente: Universidad de Calgary.
En esa región canadiense estos investigadores vieron capas que estaban situadas justo encima de esa gran extinción en los niveles estratigráficos y que contenían abundante cantidad de materia orgánica. El análisis microscópico reveló la presencia de pequeñas partículas esféricas que se producen en la combustión en abierto del carbón y que son muy diferentes de las que se producen cuando se quema vegetación. Por tanto, estos análisis determinaron que se trataba de ceniza de carbón, exactamente el mismo tipo de ceniza que se produce en la actualidad en las plantas térmicas de producción de electricidad que consumen carbón. Este tipo de ceniza contiene metales tóxicos como el cromo, metal que también se ha encontrado en las cenizas del Permico de este estudio.Se trataría de la primera prueba que confirma directamente la presencia de desde tipo de ceniza durante la extinción del Pérmico.
Comparación de una de las partículas de carbón encontrada y una producida por una moderna central térmica. Fuente: U. calgary.
La ceniza podría haber causado más problemas para el planeta de lo que en un principio se sospechaba. El planeta ya se estaba calentando debido al efecto invernadero y el calentamiento de los océanos estaba provocando una bajada de los niveles de oxígeno en sus aguas.La ceniza era altamente tóxica y fue diseminada tanto en tierra firme como en el mar, envenenándolo todo allá donde caía y, probablemente, contribuyó a que esta extinción fuera la peor de las cinco extinciones masivas conocidas.
Lo ideal sería encontrar este mismo tipo de ceniza en estratos de la misma época en otras locaciones a lo largo del globo. De este modo se podría determinar el alcance del fenómeno.
Aunque esta combinación de fenómenos puede explicar la extinción del Pérmico, todavía quedaría por explicar por qué los corales sí que padecieron en masa esta extinción mientras que otros grupos, como las anémonas, parece que ni se inmutaron. Este tipo de excepciones se dan en todas las extinciones masivas y siguen sin estar explicadas en su mayor parte.
El caso es que después de la extinción no hubo más gorgonópsidos ni dicinodontos. La evolución tomó otro rumbo, vinieron los dinosaurios, más tarde desaparecieron y luego reinaron los mamíferos y el ser humano. Sin esa extinción del Pérmico nosotros no estaríamos aquí, aunque quizás sí algún ser inteligente evolucionado a partir de los gorgonópsidos.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3386
Eurix Janeth Gómez Vera
CI 18392113
CRF
Cambio climático y extinción del Ordovícico
Consiguen determinar con precisión la temperatura oceánica y el volumen de los hielos continentales del Ordovícico tardío y ven una conexión entre la extinción masiva de esa época y un cambio climático.
Se han producido cinco grandes extinciones masivas a lo largo de la historia evolutiva de la vida compleja terrestre. Saber las causas de esas extinciones no sólo tiene valor en sí mismo y enriquece nuestra cultura y capacidad de comprender el mundo, sino que además nos puede ayudar a comprender la extinción masiva en la que nos encontramos ahora: la sexta gran extinción masiva.
Una de esa cinco extinciones se dio hace 450 millones de años y fue la segunda en importancia de todas ellas. La extinción de Ordovícico tardío se llevó por delante al 75% de todas las especies marinas. Las causas de esta pérdida tan grande en biodiversidad permanecen en el misterio. Pero unos científicos del Caltech han descubierto nuevos detalles que apoyan la idea de que la extinción se dio debido a un cambio climático, en concreto a un cambio hacia un clima más frío. Aunque desde hace tiempo se sospechaba que esta extinción podría estar ligada a un cambio climático, los mecanismos precisos estaban poco claros.
Según dice Seth Finnegan, esta extinción coincidió con un periodo glaciar durante el cual las temperaturas globales bajaron. En esa época lo que hoy es Norteamérica estaba en el ecuador, formando el supercontinente Gondwana junto con otras tierras emergidas.
Usando un método indirecto estos investigadores han podido medir las temperaturas de esa época y determinar la magnitud de esa glaciación y su cronología. Según Woodward Fischer, otro de los investigadores implicados, el sistema climático de ese momento fue distinto de cualquier otro en 100 millones de años.
El hecho de que en esa época lo que es ahora África y Sudamérica estuvieran recubiertas de capas de hielo hace especialmente difícil evaluar el papel del clima. No es fácil distinguir entre cambios en la temperatura y cambios en el tamaño de las capas de hielo continental.
Con tanto agua congelada en esas capas de hielo, el nivel del mar bajó, reduciéndose así la extensión de los ecosistemas situados en aguas someras. Recordemos que gran parte de estos ecosistemas se sitúan justo en la plataforma continental. Si el nivel del mar baja tanto como para exponer grandes áreas de plataforma sólo queda la profunda cuenca oceánica.
El método convencional de calcular temperaturas de tiempos pasados consiste en medir las proporciones de distintos isótopos de oxígeno en minerales precipitados por el agua de mar. Estos ratios dependen tanto de la temperatura como de la concentración de estos isótopos en el agua marina en la época, pero el hielo continental atrapa preferiblemente uno de los isótopos, así que es difícil desligar la temperatura de la presencia de hielo y determinar, por tanto, la temperatura.
Este grupo de investigadores usó un método distinto para medir paleotemperaturas, sistema desarrollado por John Eiler. Este método no se basa en la concentración isótópica de oxígeno en los océanos, sino en ciertos isótopos pesados en los fósiles, que tienden a agregarse cuando baja la temperatura. Así que estos investigadores analizaron la química de ciertos fósiles (braquiópodos, trilobites, gasterópodos, etc.) para así determinar la composición isotópica del agua de mar de hace 450 millones de años. Con este dato pudieron corregir el sistema para calcular temperatura y además determinar el tamaño de las capas de hielo continental durante el Ordovícico tardío.
Es la primera vez que se consigue evitar el problema antes mencionado y medir la temperatura de la época con precisión.
Sabiendo esto se puede conocer mejor el clima del Ordovícico y como éste pudo afectar a los ecosistemas marinos. Así por ejemplo, ahora saben que la extinción masiva coincidió con ritmos de cambio climático elevados.
Antes de la extinción masiva la temperatura de los océanos tropicales eran más elevadas de lo que lo son hoy en día y había glaciares de tamaño moderado cerca de los polos. Pero durante los intervalos de extinción la glaciación se disparó, la temperatura de las aguas superficiales descendió 5 grados y el hielo que cubría Gondwana creció hasta los 150 millones de kilómetros cúbicos, es decir, más que los glaciares que cubren la Antártida y el Ártico durante las glaciaciones de hace 20.000 años.
Según estos investigadores hay una conexión directa entre este cambio climático y la extinción masiva de la época.
En todo caso es fascinante poder medir la temperatura del mar o el volumen de hielo de hace 450 millones de años.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3389
Eurix Janeth Gómez V
CI 18392113
CRF
Isla Anticosti (Canadá), uno de los sitios en donde se recolectaron fósiles. Fuente: Caltech.
Se han producido cinco grandes extinciones masivas a lo largo de la historia evolutiva de la vida compleja terrestre. Saber las causas de esas extinciones no sólo tiene valor en sí mismo y enriquece nuestra cultura y capacidad de comprender el mundo, sino que además nos puede ayudar a comprender la extinción masiva en la que nos encontramos ahora: la sexta gran extinción masiva.
Una de esa cinco extinciones se dio hace 450 millones de años y fue la segunda en importancia de todas ellas. La extinción de Ordovícico tardío se llevó por delante al 75% de todas las especies marinas. Las causas de esta pérdida tan grande en biodiversidad permanecen en el misterio. Pero unos científicos del Caltech han descubierto nuevos detalles que apoyan la idea de que la extinción se dio debido a un cambio climático, en concreto a un cambio hacia un clima más frío. Aunque desde hace tiempo se sospechaba que esta extinción podría estar ligada a un cambio climático, los mecanismos precisos estaban poco claros.
Según dice Seth Finnegan, esta extinción coincidió con un periodo glaciar durante el cual las temperaturas globales bajaron. En esa época lo que hoy es Norteamérica estaba en el ecuador, formando el supercontinente Gondwana junto con otras tierras emergidas.
Usando un método indirecto estos investigadores han podido medir las temperaturas de esa época y determinar la magnitud de esa glaciación y su cronología. Según Woodward Fischer, otro de los investigadores implicados, el sistema climático de ese momento fue distinto de cualquier otro en 100 millones de años.
El hecho de que en esa época lo que es ahora África y Sudamérica estuvieran recubiertas de capas de hielo hace especialmente difícil evaluar el papel del clima. No es fácil distinguir entre cambios en la temperatura y cambios en el tamaño de las capas de hielo continental.
Con tanto agua congelada en esas capas de hielo, el nivel del mar bajó, reduciéndose así la extensión de los ecosistemas situados en aguas someras. Recordemos que gran parte de estos ecosistemas se sitúan justo en la plataforma continental. Si el nivel del mar baja tanto como para exponer grandes áreas de plataforma sólo queda la profunda cuenca oceánica.
El método convencional de calcular temperaturas de tiempos pasados consiste en medir las proporciones de distintos isótopos de oxígeno en minerales precipitados por el agua de mar. Estos ratios dependen tanto de la temperatura como de la concentración de estos isótopos en el agua marina en la época, pero el hielo continental atrapa preferiblemente uno de los isótopos, así que es difícil desligar la temperatura de la presencia de hielo y determinar, por tanto, la temperatura.
Este grupo de investigadores usó un método distinto para medir paleotemperaturas, sistema desarrollado por John Eiler. Este método no se basa en la concentración isótópica de oxígeno en los océanos, sino en ciertos isótopos pesados en los fósiles, que tienden a agregarse cuando baja la temperatura. Así que estos investigadores analizaron la química de ciertos fósiles (braquiópodos, trilobites, gasterópodos, etc.) para así determinar la composición isotópica del agua de mar de hace 450 millones de años. Con este dato pudieron corregir el sistema para calcular temperatura y además determinar el tamaño de las capas de hielo continental durante el Ordovícico tardío.
Es la primera vez que se consigue evitar el problema antes mencionado y medir la temperatura de la época con precisión.
Sabiendo esto se puede conocer mejor el clima del Ordovícico y como éste pudo afectar a los ecosistemas marinos. Así por ejemplo, ahora saben que la extinción masiva coincidió con ritmos de cambio climático elevados.
Antes de la extinción masiva la temperatura de los océanos tropicales eran más elevadas de lo que lo son hoy en día y había glaciares de tamaño moderado cerca de los polos. Pero durante los intervalos de extinción la glaciación se disparó, la temperatura de las aguas superficiales descendió 5 grados y el hielo que cubría Gondwana creció hasta los 150 millones de kilómetros cúbicos, es decir, más que los glaciares que cubren la Antártida y el Ártico durante las glaciaciones de hace 20.000 años.
Según estos investigadores hay una conexión directa entre este cambio climático y la extinción masiva de la época.
En todo caso es fascinante poder medir la temperatura del mar o el volumen de hielo de hace 450 millones de años.
Fuente: http://neofronteras.com/?p=3389
Eurix Janeth Gómez V
CI 18392113
CRF
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