Controles del equipo denominado calorímetro, con el que se evalúa la resistencia al fuego de los materiales.
El proyecto Nanoignífugo surgió a partir de la necesidad de las empresas dedicadas a la construcción de adaptar sus materiales al nuevo Código Técnico de Edificación que entró en vigor en 2006. El objetivo de Nanoignífugo era obtener nuevos materiales celulares que se acogieran a la clasificación como productos y elementos de construcción en función de su comportamiento frente al fuego, según establecía la normativa europea en la que se basaba el nuevo código.Partiendo de este punto, el Centro Tecnológico de Miranda de Ebro (CTME), en Burgos, junto con el Cellmat (Laboratorio de Materiales Celulares del Departamento de Física de la Universidad de Valladolid) se planteó crear materiales de base polimérica, es decir, plásticos, con retardantes de llama basados en componentes nanométricos como nanoarcillas, nanotubos y nanofibras de carbono. La clave para conseguir materiales resistentes al fuego que se adapten a la nueva normativa es usar compuestos libres de halógenos. Tal y como explica la coordinadora del proyecto, Silvia Román, “uno de los principales problemas que tienen la mayoría de los productos ignífugos es que contienen en su formulación halógenos que al entrar en combustión liberan gases tóxicos perjudiciales para la salud”. En este proyecto la solución son retardantes de llama habituales como los compuestos de fósforo o las cargas minerales con moléculas de agua en su composición (hidróxidos metálicos o aluminosilicatos). El proyecto contempla una segunda vertiente: el trabajo con materiales celulares, o lo que es lo mismo, espumas poliméricas, que constituye la principal aportación del Cellmat. “Una vez tenemos esos materiales sólidos, ya ignífugos, libres de halógenos y que utilizan nanocargas necesitamos que tengan una estructura celular que nos permita reducir su peso y densidad de manera que abaratemos costes”, puntualiza Silvia Román. El producto que se obtiene medioambientalmente es muy bueno porque el plástico que se utiliza es reciclable y porque toda la parte mineral que se incluye se descompone sin emitir gases tóxicos, sólo libera vapor de agua. Desde el punto de vista tecnológico, añade Silvia Román, supone también un gran avance porque hasta ahora no se había creado una estructura celular en materiales que tuvieran un gran contenido de cargas minerales. Las posibles aplicaciones de uso final de estos materiales, dentro del sector de la construcción, pasan por formar elementos tales como láminas, tubos, aislantes térmicos o paneles. Sin embargo, los investigadores consideran que los resultados pueden extenderse a otros campos, como el sector aeronaútico y el de la automoción (cableado, dispositivos electrónicos, etcétera.).
http://fadweb.org/premsamater/
Eurix Janeth Gómez Vera
CI 18392113
ESS
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